LA AUTOAYUDA Y DEMÁS YERBAS

Este tonto que escribe se ha percatado de que éramos pocos, y cayó un tsunami de libritos de autoayuda. La mayoría contiene sandeces y obviedades que antes farfullaba gratis cualquier abuelo que por viejo se sentía sabio. Hoy vienen empaquetadas con formato de libro por el cual hay que pagar. Además, las refritan con prácticas religiosas exóticas y patrañas antiguas. Así se arma un menjunje ideal para el bolso de la dama o la mochila del caballero, angustiados por las problematicas de hoy.
Lo gracioso del asunto es que sobran aquellos que lo pagan. Eso ha permitido que el rubro “librerías” no termine por convertirse en “hermoso local vendo, alquilo o permuto por comida”. Así que después de todo no es tan malo. Un poco jodido, nomás.
Es un festival para el ojo crítico y la mente mordaz echar una mirada por el 50% de los títulos que muestran las librerías que han quedado en pie. Se puede leer: “EJERCITE EL YO INTERNO Y TRIUNFE EN LOS NEGOCIOS Y EL AMOR” (como si hubiera un YO externo). O “DESPIERTE SU SERPIENTE DE FUEGO CELESTIAL SEGÚN LOS ANTIGUOS TEXTOS ONANISTAS (de los indios Onas, se entiende). También está el de “AQUACURROPUNTURISMO VECTORIAL COSMICODIRIGIDO SEGÚN LOS MONJES DE LA CONGREGACIÓN DE LOS ADORADORES DEL SACRATÍSIMO PORRO”. Y muchos otros éxitos editoriales.
Porque la mentirología es la auténtica profesión más antigua del mundo. Y está sumando en este agitado siglo una nueva modalidad a su larga lista de prácticas, muy redituables para algunos vivillos. Esos que de solo pensar en trabajar decentemente se llenan de pústulas.

Explicaciones innecesarias, como todas

Un sociólogo amigo me lo explicaba el otro día, copas mediante. Fue una de esas madrugadas en que te agarra la borrachera filosófica. Decía que estamos en una época en que se terminan los “grandes relatos”. Las grandes “cosmovisiones” religiosas por siglos le dieron a los que lo necesitaban el sustento intelectual indispensable para creer que no todo en el universo es la basura que vemos, sino que hay algo más. (Es increíble lo que logra el whisky barato).

Se trataría de lo que te permite suponer que cuando estires la pata no solo vas a ser snack para gusanos. Te contaron que el alma va para otro lado, y hay algo más después de devolver el envase de carne.
Todo eso fue muy cool por centurias enteras. Pero ha entrado en olímpica crisis, aunque parece que es una necesidad imperiosa de gran parte de la humanidad. Esto generó un vacío que miles de farsantes han salido a llenar alegremente. Con la “autoayuda”. Ofrecen sus recetas para encontrar la armonía interestelar, orándole a los charcos de agua sucia después de la lluvia, tal como lo hacían (según ellos), los antiguos druidas que poblaron el África subsahariana antes del diluvio universal. O sea, cuando la tierra estaba sostenida por cuatro elefantes y dos tortugas anoréxicas. Así mezclan todo.
Espiritualismo “Prêt-à-porter”, que le dicen; filosofía Macdonalizada; sincretismo galopante y cretinismo ad-hoc, me atrevería a decir. Y no es que esté defendiendo a las religiones tradicionales. Pero me llama la atención poderosamente la proliferación de tanto charlatán que se leyó cuatro libros más o menos viejos y sale a robar por los caminos. Siempre predicando sus embustes compuestos de lugares comunes, farfolla religiosista y consejos de sobrecito de azúcar.

Autoayuda Superstar

Seguramente, entre tanta hojarasca habrá cosas valiosas, importantes y recomendables. Nuestra civilización “occidental y cristiana” no es la primera ni la única sobre el planeta, ni ha inventado gran cosa. Es la mezcla de muy distintos y numerosos elementos, como ocurre con todas las demás habidas y por haber.
Apenas señalo la virulencia de este fenómeno. Ha generado incontables vagos se enriquecen a costa de (generalmente) señoras y señores de clase media-alta que se angustian por demorarse en pagar el resumen de la Visa Gold. O por no poder cambiar este mes el Mercedes modelo 2020 por el último que salió. Entonces recurren a libros y conferencias cuyos contenidos no resisten el ningún análisis.

No critico a los que se tragan estas cosas de “autoayuda”. Al que necesite que le enrosquen la víbora para soportar las cotidianas miserias, le deseo la mejor de las suertes. Después de todo, no se está gastando mi dinero o el Estado para tapar sus agujeros espirituales. Y en este mundo eso solo ya es un mérito para agradecer. Pero no me nieguen que es divertidísimo ver y hojear un poco esos libros. Tienen títulos como: “LAS VERDADES ASTRALES REVELADAS POR LA INTERPRETACIÓN QUE HACÍAN LOS SIUX DE LOS TEXTOS VÉDICOS COGNOSCITIVOS DEL GRAN GURÚ PIRINCHO”. O bien: “SOLUCIONE TODOS SUS DESASTRES CAUSADOS POR EL ESTRÉS TOMANDO PIS DE GATO MEZCLADO CON MAYONESA RANCIA”.

El absurdo como salvación

En cualquier librería pueden encontrar esas cosas, ideales para los que ya no creen en casi nada, pero necesitan creer en algo que los trascienda. O perfectas para llorar de risa un rato. Si lo prefieren, paguen 70 u 80 Dólares para escuchar a cierto médico indio que viene cada tanto a dar consejos para vivir mejor, que me hacen acordar mucho a las cosas que decía mi bisabuelo un par de semanas antes de morirse de Alzheimer a los 95 años. Ustedes sabrán.
Pero permitan que les dé un consejo este ignorante diplomado en nada: mejor lean a Kant, a Spinoza. O a José Ortega Y Gasset, a José Ingenieros, a Aristóteles, a Mircea Elíade y su genial “Mito del eterno retorno” y a gente así. También hay algunos contemporáneos o casi, como Walter Benjamín o Fernando Savater, que bien valen la pena, aunque no se coincida con ellos.

Y no cambien la autóctona parrillada por los brotes de soja con salsa de brócoli bajas calorías. No por eso van a conseguir la sabiduría de un monje tibetano, de esos que, después de todo y según los paradigmas de la sociedad en la que vivimos, sería todo un analfabeto funcional.
Porque como bien decía un fulano muy cool: la inteligencia humana es limitada, pero la estupidez no tiene límites. ¿No les parece?

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