El uso y consumo de muñecas sexuales está en franco aumento. Aunque ya casi terminó la pandemia de Covid 19 (que mucho contribuyó a su crecimiento) siguió su curso ascendente. Siempre, junto a otras varias modalidades de “sexo artificial”, por llamarlo de alguna manera.
Al parecer, toda forma de sexo más o menos relacionada con la tecnología tiene una cuota de éxito asegurada. Alguien detectó que aunque las muñecas sexuales más hiperrealistas y sofisticadas tenían buena recepción, estaban caras. Por eso la empresa “Lovedoll” quiso acercar más su producto a los consumidores. Y abrieron, en la ciudad de Gateshead, Inglaterra, el primer prostíbulo de muñecas sexuales, allá por 2017.
Podían llegar a costar 2.800 dólares. Entonces, se les ocurrió “alquilarlas”. Al ver que las ventas no avanzaban según lo esperado, encontraron ese atajo. Por 140 dólares la hora, y con la posibilidad de elegir la que más les guste, los aficionados a estas prácticas pueden probar a las muñecas. Si el cliente queda plenamente satisfecho, puede adquirirla y llevársela a casa. La experiencia en el “prostíbulo” (de alguna manera hay que llamarlo) con las escorts de plástico incluye una habitación con una cama doble, preservativos, lubricantes y, por supuesto, la muñeca elegida.
Plástico multiplicado
De inmediato, en Barcelona apareció otro lugar por el estilo, y la tendencia cruzó el océano Atlántico al año siguiente, cuando se inauguró un club para tener ardorosos encuentros con mujeres artificiales en Colombia. Algunas de estas muñecas hasta pueden simular una especie de “orgasmo” (de nuevo, de alguna manera hay que llamarlo). Y no faltaron prostitutas profesionales sindicalizadas, que expresaron su preocupación por estas prácticas, y su repudio.
Pero todo siguió viento en popa. En Alemania apareció el primer burdel con muñecas sexuales (13 en total) en 2017. Y luego en Japón se adoptó muy entusiastamente esta costumbre, al igual que los Estados más liberales de EE.UU.
Algo destacable es que pueden ser “customizadas” con las características que el usuario elija. El color de piel y de cabello, la estatura y complexión física, color de ojos, aspecto y conformación de los genitales, etc. pueden ser elegidas por el comprador o compradora a gusto. Todo es posible, mientras pague.
Por cierto: Hace tiempo abundan en TikTok y redes similares los videos de usuarios de estos engendros, mostrando todo lo que la plataforma les permita, incluido el “unboxing” o desempaque de la muñeca cuando la reciben.
No solo muñecas sexuales. Muñecos también
No podía ser de otra manera: hecha la muñeca, apareció el muñeco. La empresa Real Dolls, que ya había impresionado con sus productos de silicona de un realismo increíble, lanzó un “sex toy” masculino de alta verosimilitud. En 2018 presentó a la versión “male” de su proyecto “Realbotix”.
Ha dotado a sus muñecos sexuales de un sistema robótico que se sincroniza con una app de inteligencia artificial. Así, el usuario puede darle una “personalidad” al androide (y a las “genoides” —mujeres— también). Y tendrá una compañía no solo sexual. “Buscamos que sean lo más realista que se pueda imaginar”, dice Matt McMullen, el fundador y CEO de esta empresa de Sillicon Valley. Muy apropiado el nombre de su lugar en el mundo para estos líderes del mercado.
El muñeco tiene un “pene biónico” que según su fabricante es “mejor que un vibrador” porque se puede encender el robot y dejarlo que funcione todo el tiempo que se desee.
Eso sí: nada de esto es precisamente barato. Los muñecos masculinos básicos tienen un costo que parte de 6.000 dólares. Las muñecas hiperrealistas llegan a los 15.000 dólares, según el nivel de “customización” que quiera el cliente.